Fases

La capacidad de adaptación a los cambios en tu entorno determina tu estabilidad mental y, arrastrado por ella, física. El agotamiento hace mella cuando menos lo esperas y es entonces cuando uno tiene que poner freno a sus impulsos, contar hasta diez y hacer un esfuerzo sobrehumano para salir de su propio cuerpo y mirarse desde lejos con ironía. «Si vieras lo que veo, deberías estar agradecido. Al fin y al cabo es lo que toda persona debería soñar». Así que, una vez refrescada esa parte de ti que creías oculta, le das un beso a la enana que simplemente está jugando y te quiere hacer partícipe de ello, le cambias el pañal al saboteador que no quiere más que un poco de comodidad antes de quedarse dormido y ves las cosas como lo que realmente son.

No puedes pretender que la vida sea tan sencilla como lo fue en su momento y, es más, te asombrarás en unos años cuando analices las dificultades por las que pasas ahora. Al fin y al cabo, esa sensación de impotencia ya la tuviste cuando se asomaban en tu maletas las miles de hojas que tenías que preparar para los exámenes de febrero o cuando mirabas con asombro las cabezas destrozadas de los pacientes que, inertes, esperaban tus cuidados con las presiones descontroladas esperando una simple alineación corporal.

Es tan sencillo como escribir sobre ello y verlo con otro prisma.

Así que me pondré en marcha. Piloto automático en on, música en el Ipod y a preparar la siguiente fase de este juego en el que se ha convertido tu vida. Quien sabe, seguro que al final consigues ese bonus que te alegra la mañana y que tanta satisfacción deja en todo aquel hardcore gamer que se precie.